Organizado por la Secretaría de Salud departamental en las instalaciones del Liceo Nacional, los días 17, 18 y 19 de noviembre, en la que participaron los cogestores sociales Sandra, Maritzabel, Ángela, Estela, Carolina, Ana María, Katerine, Gustavo, William y Jonatan. Desde el juego y la lúdica, esta jornada nos permitió encontrar herramientas en la experiencia de vida de cada uno de nosotros, para apoyar la prevención de la explotación laboral en los niños y adolescentes.
Jugando, cantando, volviendo a ser niños, el primer día, un lluvioso y frío miércoles de noviembre, atravesamos los entresijos de la memoria y desembocamos en nosotros mismos, en nuestro pasado, nuestros juegos de infancia, nos pintamos y dibujamos, procurando un retrato que se pareciera a nuestra vida. En un bosque de la ciudad nos instalamos, con el fuego invocamos nuestro pasado.
El segundo día de esta traviesa travesía, jueves lluvioso también, salimos un poco de nosotros mismos para tratar de aproximarnos a nuestro entorno familiar, a las relaciones que hemos establecido con nuestros padres y nuestras familias. Hicimos ese plano de aquella casa en la que nuestra infancia transitó con su felicidad, sus tristezas, sus fantasmas de la niñez y sus juegos. Luego hicimos un mapa, porque travesía sin mapa es más larga. En él, ubicamos estratégicamente esos momentos que resultan inolvidables por su dolor o por su gracia. Luego, diseñadores de sueños, hicimos nuestros mejores disfraces para una fiesta linda.
En el último día de travesía traviesa llegó el momento de escribir historias de ancianos e historias de niños, de niños que dejan la escuela para ir a trabajar. Disfrazados de los muñecos de nuestra infancia, nos dimos a la tarea de dialogar con ese niño que llevamos dentro, de jugar, de ser niños de nuevo, sin dejar de ser los adultos que debemos sensibilizarnos ante la importancia de tener una niñez de niños, no la de unos niños que no pueden jugar a otra cosa que a ser adultos.
Jugando, cantando, volviendo a ser niños, el primer día, un lluvioso y frío miércoles de noviembre, atravesamos los entresijos de la memoria y desembocamos en nosotros mismos, en nuestro pasado, nuestros juegos de infancia, nos pintamos y dibujamos, procurando un retrato que se pareciera a nuestra vida. En un bosque de la ciudad nos instalamos, con el fuego invocamos nuestro pasado.
El segundo día de esta traviesa travesía, jueves lluvioso también, salimos un poco de nosotros mismos para tratar de aproximarnos a nuestro entorno familiar, a las relaciones que hemos establecido con nuestros padres y nuestras familias. Hicimos ese plano de aquella casa en la que nuestra infancia transitó con su felicidad, sus tristezas, sus fantasmas de la niñez y sus juegos. Luego hicimos un mapa, porque travesía sin mapa es más larga. En él, ubicamos estratégicamente esos momentos que resultan inolvidables por su dolor o por su gracia. Luego, diseñadores de sueños, hicimos nuestros mejores disfraces para una fiesta linda.
En el último día de travesía traviesa llegó el momento de escribir historias de ancianos e historias de niños, de niños que dejan la escuela para ir a trabajar. Disfrazados de los muñecos de nuestra infancia, nos dimos a la tarea de dialogar con ese niño que llevamos dentro, de jugar, de ser niños de nuevo, sin dejar de ser los adultos que debemos sensibilizarnos ante la importancia de tener una niñez de niños, no la de unos niños que no pueden jugar a otra cosa que a ser adultos.
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